jueves, 11 de octubre de 2012

Búsqueda implacable 2 (Taken 2) - Reseña - Películas

   El problema de las secuelas es la expectativa que generan. Muy pocas pueden igualarse a la original sin caer en una sosa repetición de la fórmula que funcionó en un principio. Entre las elegidas podria mencionar “El Padrino parte 2” y sólo tal vez “Aliens”. Al enterarme que habría una segunda parte de “Búsqueda implacable” me quedé frío. Esta película es una de las mejores piezas de acción de la década. No podría pedirse más de un director como Luc Besson quien sabe manejar la acción como sólo un europeo puede concebirla. El trailer de “Busqueda implacable 2” no mostraba que la nueva entrega pudiera superar o igualarse a la original, lamentablemente ésta fue la realidad del film.
    Liam Nesson repite su papel como Bryan Mills, ex-agente del gobierno retirado y convertido en guardaespaldas de alto nivel. La trama sucede unos cuantos años después de la película pasada. La familia del agente Mills trata de retomar su vida superando el secuestro de su hija en París. Al parecer el futuro artístico de Kim (Maggie Grace) no logró despegar después de unas clases de canto, ahora se dedica a reprobar su examen de conducir y tener encuentros románticos clandestinos con su novio. Después de un trabajo en Estambul, la familia Milss se reúne en esa exótica ciudad para unas vacaciones e intentar reorganizar su familia. Sin embargo desconocen que el grupo de criminales de Tropojë, Albania, lidereados por el padre de Marko quien en la primera parte murió conectado a una silla eléctrica improvisada, ha organizado al resto de la banda para encontrar a Mills y raptarlo a él junto con toda su familia. Así empieza esta búsqueda implacable, primero para liberarse de sus secuestradores y luego para ayudar a su esposa y su hija.
    Después de ver la primera parte, el principio de “Búsqueda implacable 2” se siente lento y desesperante. Uno espera que comienze la lluvia de plomo de inmediato pero antes tenemos que soportar más de veinte minutos de conciliación familiar. Cuando la acción finalmente empieza, el telón de fondo, en este caso la ciudad de Estambul, no convence del todo. Sus calles son demasido estrechas y atestadas para una persecución automovilística convincente. Seguramente los carros iban a 50kmh, no podrían haber ido a más. Incluso los lugares donde se desarrolla la acción están a distancia de pie como comprueba Kim quien en pocos minutos llega al lugar donde tienen como rehenes a sus padres. Es un poco absurdo que la joven tenga miedo de conducir pero no le importe ir aventando granadas por los tejados de la ciudad.
La motivación de Murad Hoxha, padre de Marko de Tropojë, es un tanto absurda. Se encuentra enojado porque el agente Milss mató a su hijo sin importarle que su hijo secuestraba jovencitas para prostituirlas. Se parece a aquella secuencia en Austin Powers donde después de matar a un secuaz pasan a su familia en un suburbio de clase media lamentándose de su muerte.
    “Búsqueda implacable 2” no es mala, simplemente tuvo la poca fortuna de ser secuela de una de las películas de acción más emocionantes de los últimos tiempos. No logra elevar el suspense a los talones de su predecesora. Ni siquiera se siente como una secuela, es más bien como un epílogo de la historia pasada. Pero tiene su buena dosis de golpes, balas, explosiones y tácticas de combate de la CIA. Se nota que al escribir el guión, Luc Besson sólo tenía en mente explotar una historia que le había redituado en demasía. Como director y escritor aclamado que es, debería de abstenerse del dinero fácil dedicándose a concebir las historias originales que tanto nos han gustado. “Búsqueda implacable 2” funciona como un film para pasar el rato pero si vieron la primera parte y les gustó, mejor esperen a ver esta entrega en video

martes, 2 de octubre de 2012

Woody Allen: Arte y Entretenimiento

    En una de las regulares tertulias sabatinas con mis amigos, donde principalmente se discute sobre la vida, política y en gran medida cine y tv, uno de los presentes lanzó la siguiente pregunta: ¿Por qué son tan famosas las películas de Woody Allen? No entendía por qué tanto alboroto por un director añoso que se ha dado a conocer a las nuevas generaciones por sus filmes Vicky Cristina Barcelona y Medianoche en París, siendo éstas catalogadas como “solo buenas”. De inmediato recordamos aquella ocasión hace unos años cuando invité al grupo a ver Annie Hall, película emblemática de Allen, con resultados inesperados. La mayor parte de la audiencia se durmió y la otra aguantó en silencio hasta el final sólo por consideración a mi persona.

    La pregunta continúa, ¿por qué se considera a Woody Allen como un gran director? Sin lugar a duda lo es por su originalidad y desenfado al concebir sus filmes. Logró unir lo que pocos pueden, el arte y el entretenimiento. Las películas como un medio de expresión de los sentimientos humanos. Después de conocerlo y apreciar un poco de su producción, es casi imposible no ver su sello en toda su obra. Así como Chaplin se dio a conocer por su personaje del vagabundo, Woody Allen es conocido por su personaje fóbico nervioso, encarnación de las neurosis del hombre metropolitano del siglo XX.
   No teme desnudar su alma en el celuloide, enseñar al mundo los complejos que la sociedad ha creado en su persona. Sus deseos y perversiones quedan plasmados con claridad. Recordemos el caso de su película Manhattan en el que su personaje sale e incluso tiene relaciones con una jovencita menor de edad, caso que varios años después replicó en la vida real al casarse con Soon-Yi, la hija adoptiva de su esposa Mia Farrow. En Los enredos de Harry, el personaje joven calenturiento interpretado por Tobey Maguire decide contratar a una dominatrix asiática, otra referencia a la vida personal de Allen. Sus guiones no están concebidos para satisfacer a un público masivo ansioso de comedia clásica sino como un deshago personal, característica de todo artista.

    Sin embargo lo importante es la dupla arte-entretenimiento. Sin lo segundo sus películas probablemente serían conocidas pero sólo por un selecto grupo como es el caso de diversos directores “de arte”, Ingmar Bergman, Federico Fellini, Akira Kurosawa, por mencionar algunos. Woody Allen estaba determinado a hacer buenas películas, trascendentes, pero que fueran vistas. Por eso sus tramas y la edición es digerible, sin pretensiones. Su tema favorito son las relaciones humanas, el amor cambiante y traicionero. No puede haber tema más comercial que éste. Pero visto desde su perspectiva es único, apasionado, triste y nostálgico a la vez. Sus guiones llevan la historia de manera inteligente y veraz. En toda la verborrea de su personaje, hay referencias culturales sin fin. Se habla de literatura, teatro, música pero de manera rápida y sutil, más vale saber de qué está hablando de lo contrario se pierde gran parte del encanto de su guión.

   El señor Allen también muestra todo su genio en el uso de la cámara. En el aspecto estético Manhattan es su obra que sobresale. Gran parte de su trabajo se situa en esta isla retratando a la clase intelectual pero es en Manhattan donde une actuación y fotografía. Filmada en blanco y negro, la primera secuencia que muestra escenas de la ciudad con la música de Geoge Gershwin es un clásico así como la silueta de él y Diane Keaton sentados en una banca frente al puente de Brooklin. El amor de Allen por Nueva York es patente y lo usó hasta el final. Ahora Europa es su punto de acción y trata de ensalzar ciudades como Londres, Barcelona y París.

    La carrera como director de Woody Allen empieza en la comedia de pastelazo, allá por los años 60s. En ese entonces todo era entretenimiento, su toque aún estaba en etapa larvaria. Películas como El dormilón o Bananas muestran su anhelo de originalidad sin estar totalmente logrado. Fue hasta 1977 con Annie Hall que aprendió a sacar la paja de sus películas y quedarse con la esencia. Originalmente el guión trataba de una pareja que tenía problemas en su relación y que intentaba resolver un crimen. Finalmente deshechó la parte del crimen y la trama se centró en el origen y final de una relación amorosa. La película le valió el premio de la Academia y lo confirmó como un director destacado. Finales de los 70s y los 80s fue su época dorada con películas como Manhattan, Hanna y sus hermanas, Crímenes y pecados, Zelig o La Rosa púrpura del Cairo. Después vino el desenamoramiento del público con su trabajo, justo como sucede en sus películas. Es hasta la presente década que comienza a nombrarse al nuevo director con premios y nominaciones al Oscar.

    Dentro de la gama de opciones para ver en el cine, Woody Allen destaca por no dejarse llevar por lo comercial y el vacío de las producciones hollywoodenses. Lo que es en sí un verdadero logro. En sus películas no encontraremos efectos especiales, extraterrestres belicosos o zombies hambrientos sino una disección perfecta y real de las relaciones entre seres humanos. Si bien sus nuevas producciones han perdido un poco ante las ridículas demandas del nuevo público cinéfilo, Woody Allen se mantendrá en el Olimpo de los directores que desearon ver a su medio convertiro en el verdadero séptimo arte.