La ventaja de las películas
independientes es que se basan en dos premisas: una buena historia y
actuaciones sólidas. Aquellas que logran reunir estas
características son capaces de poner en el olvido a las producciones
más fastuosas. “Los juegos del destino” (Silver linings
playbook) se sostiene sobre estos pilares entregando un filme que
supera expectativas. Su tema, el síndrome bipolar, antes
románticamente llamado maniaco-depresivo, es fuerte y crear una
película que no fuera pesada fue un reto difícil para el director
David O. Russell. Sobre este punto tenía mis dudas inicialmente,
Hollywood ama tratar este tipo de problemas de una manera ligera
haciendo una parodia de los padecimientos sin importarle el verdadero
sufrimiento de los pacientes; algunos ejemplos los tenemos con
“Mejor... imposible” (As good as it gets) o “Cuando los
hermanos se encuentran” (Rainman). En su búsqueda por entrenetener
dejan atrás el aspecto realistico de las enfermedades.
Definitivamente no es el caso de “Los juegos del destino”. David
O. Russell reescribió el guión 25 veces para lograr la exitosa
mezcla de realismo y entretenimiento que nos brinda. Ahora contamos
con este género de películas, la comedia-drama, que toma lo mejor
de los dos mundos sin perdese en el camino.
La premisa de la historia es
relativamente sencilla, una historia de chico conoce chica con el
giro de que ambos protagonistas sufren del síndrome bipolar.
Patrizio (Bradley Cooper) sale de un hospital psquiátrico bajo la
custodia de sus padres después de atacar al amante de su esposa
hasta casi matarlo. Su padre (Robert De Niro), quien probablemente
sufre desorden obsesivo-compulsivo, no se encuentra del todo
convencido de la recuperación mental de su hijo pero decide
aceptarlo de nuevo en la familia. En una cena en casa de un amigo,
Pat conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence), una viuda quien también
sufre de desordenes mentales. Durante el resto del filme vemos
desarrollarse la historia de los dos personajes tratando de salvar
los obstáculos que sus mismas mentes ponen sobre ellos.
La película no sólo trata sobre temas
psiquiátricos, sino sobre la manera de superarlos. La solución es
obvia pero nunca fácil, la familia y el amor. La familia de Pat está
casi destruída, no sólo por sus problemas sino principalmente por
las manías de su padre quien no es un pilar al cual aferrarse. Pat
Sr. Trata de acercarse a su hijo pero no sabe cómo hacerlo, cree que
la mejor manera es forzarlo a ver futból americano y enseñarle cómo
él se gana la vida haciendo apuestas. Pero Pat necesita algo más,
una verdadera relación que no sea a través de un monitor de TV y
unos padres que obviamente sienten lástima por él. Es entonces
cuando entra Tiffany, aunque para llegar a ella tendrá que superar
los demonios del pasado.
No es casualidad que los tres actores
mencionados y Jackie Weaver quien interpreta a la madre de Pat, hayan
recibido nominaciones al premio Oscar. Cooper muestra a un personaje
en verdadero conflicto interno sujeto a las pasiones incontrolables
de su interior. Este personaje no se parece en nada al soso bipolar
Mr. Jones interpretado por Richard Gere hallá por los años noventa.
El Pat de Cooper es en verdad inestable, grita a las cuatro de la
mañana por el final de un libro, se altera al escuchar música, y
hace ejercicio feliz de la vida como si nada hubiera pasado. En
ocasiones se siente que va a tener un ataque de manía pero Cooper lo
lleva más allá de una simple alegría a una furia desatada. Su
mirada es intensa. Por otra parte Lawrence da el otro lado del
síndrome bipolar, la depresión. Afortunadamente no la vemos
llorando como uno esperaría de una actuación deprimente. Se
encuentra en un estado irritable, a veces abúlico. Sin embargo esto
no le impide buscar lo mismo que Pat para su recuperación, el amor.
En verdad difícil lograr estos estados sin caer en una caricatura de
los mismo. De alguna manera logran sacar risas sinceras como si de
pura comedia se tratase reflejo de un guión muy bien estudiado.
Robert De Niro es aún más sutil, no es presentado como un “enfermo
mental” mas de inmediato nos damos cuenta que algo no está bien
con su personaje, la actuación está en los ojos y De Niro puede
tener miradas muy perturbadoras. Pat Sr. parece un jefe de familia
ordinario pero capaz de destellos de violencia peor que los de su
hijo. No hay que tomar por sentado estas actuaciones, son producto de
la profunda capacidad de los actores.
“Los juegos del destino” es
coherente y sigue un buen ritmo. Tal vez en el último acto algo
precipitado como si David O. Russell tuviera miedo de que su
audiencia se aburriera a la mitad del filme. Es entonces cuando
decide poner una subtrama acerca de un concurso de baile que tienen
que ganar Pat y Tiffany. Si bien el concurso se presenta desde la
mitad, el clímax nos da un par de carcajadas obvias fuera de lugar
en esta película. Aún así esto es sólo un pequeño bache, no
quita mérito al trabajo artístico. Russell ya nos había deleitado
con películas como El luchador (The Fighter), su trabajo anterior es
prescindible. Va por buen camino y esperamos ver más regalos
actorales como en “Los juegos del destino”. ¡Véanla
inmediatamente!